Toda corrupción sistémica tiene un origen, y Los pagos del Diablo a Negreira narra los inicios del mayor escándalo de corrupción en la historia del fútbol europeo.


La historia comienza en marzo de 1993, cuando Enriquez Negreira es nombrado vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y miembro del comité de designación. En aquel entonces, Josep Lluís Núñez era el presidente del FC Barcelona, cargo que ocupó hasta julio del 2000. Durante los siete años en los que coincidió con Negreira, el Barça conquistó ocho títulos nacionales.


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La intrahistoria


¿Cuántas veces intentó el FC Barcelona sobornar a un árbitro o corromper el sistema sin que la opinión pública llegara a saberlo? ¿En qué momento comprendió Josep Lluís Núñez que era más rentable —y menos arriesgado— intervenir en el sistema que comprar voluntades individuales?

En la década de los 70, el árbitro Medina Iglesias denunció al directivo azulgrana Xavier Amat por intento de soborno. 

Años más tarde, en los 80, otro colegiado, Anastasio Mayoral, señaló directamente a Antoni Pagès, hombre de confianza de Núñez y exdirectivo del club, por un caso similar. 

Ambos episodios dejaron constancia de que, al menos en dos ocasiones, el Barça fue formalmente acusado de intentar influir en el arbitraje mediante prácticas ilícitas.Las consecuencias pudieron ser graves: descenso de categoría, pérdidas económicas millonarias y un golpe reputacional de gran calado. Pero el club esquivó cualquier sanción.

Décadas después, en 2024, el periodista de TV3 Lluís Canut desveló un tercer episodio: Núñez habría intentado sobornar a un árbitro con problemas financieros, cubriendo las cuotas de su vivienda a cambio de favores en el terreno de juego.

Durante el llamado "caso Mayoral", Núñez ostentaba un poder significativo en el fútbol español. Entre 1981 y 1988 fue vicepresidente de la RFEF, además de mantener presencia en el CSD y en la Liga, mientras seguía al frente del FC Barcelona. Desde esa posición privilegiada, estudió el sistema desde dentro, identificó sus grietas y cambió de enfoque: entendió que corromper la estructura arbitral era más eficaz y menos comprometedor que sobornar directamente a un árbitro. El plan ya estaba en marcha.

En 1992 llegó el episodio de Tenerife, y la tentación fue demasiado grande. Luis Milla, entonces jugador del Real Madrid, recibió una llamada de un excompañero del Barça, quien le pidió provocar un penalti y hacerse expulsar. Se cuenta que, de no haber sido por la intervención del periodista José María García, la conversación habría quedado registrada. La segunda llamada nunca se produjo. Y se libraron.

Ese intento frustrado reforzó la convicción de Núñez: influir sobre individuos era demasiado arriesgado. Había que seguir con el plan B: controlar el sistema. 

El 15 de marzo de 1993, José María Enríquez Negreira —mano derecha de Sánchez Arminio, su exasistente, hombre de confianza y amigo personal— fue nombrado vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) y miembro del comité de designación. 

Su hijo asumiría una función operativa: escoltar a los colegiados desde su llegada al aeropuerto hasta los vestuarios, pasando por hoteles y restaurantes.

En 2003, durante las elecciones a la presidencia del Barça, el candidato Lluís Bassat reveló que una figura de gran peso dentro del club le advirtió que no podía liderar la entidad porque “no sabía comprar árbitros”.

Dos décadas después, las sospechas tomaron forma documental: salieron a la luz facturas por más de ocho millones de euros abonadas al propio Negreira por parte del FC Barcelona, durante las presidencias de cuatro directivos distintos.El método de Núñez había echado raíces profundas.


La triología:


"Los pagos del Diablo a Negreira" es la precuela de la trilogía: Barçagate, Barçagate II y Corrupción Tecnológica. Puedes ver los tres documentales y muchos más videos en nuestra página de YouTube.



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